20 ene 2012

Un Dios Salvaje


Vuelve Polanski, vuelve su mejor cine.

Polanski adapta la obra teatral de Yasmina Reza en la que dos parejas encerradas en una casa intentan resolver el conflicto provocado por uno de los hijos tras golpear al otro con un palo y romperle dos dientes.

Polanski nos lleva a un parque para mostrarnos con una cámara alejada que sucede entre los dos niños y a partir de ahí nos traslada a la casa de la víctima en la que los padres de agresor y agredido tratan de reconciliar a sus retoños. Y es aquí donde comienza el enredo. Los buenos modales y las gentilezas entre dos familias de lo más normales van desapareciendo para mostrarnos las diferencias entre los cónyuges y el verdadero ser de cada uno de ellos. No es fácil la transformación paulatina de los buenos modos a tirarse los trastos a la cabeza y es aquí donde entra en juego los cuatro gigantes de la interpretación que tenemos delante. Jodie Foster y John C. Reilly, como padres de clase media del niño al que han golpeado, y Kate Winslet y Christoph Waltz, como los progenitores de clase alta del atacante.

Pero la película no se sustenta únicamente en las interpretaciones de estos genios. La misma Yasmina Reza acudió en ayuda de Roman Polanski para adaptar la obra teatral a la gran pantalla, escribiendo un guión totalmente imprevisible, con grandes dosis de humor y de una ácida crítica a la sociedad y sus exasperantes intenciones de llevarse bien con todo el mundo, aunque para ello tengo que mostrar otra cara totalmente distinta a la que verdaderamente esconden.


Así Polanski nos desarrolla los 80 minutos de película en una misma casa, donde las despedidas se alargan hasta verse siempre truncadas y donde los términos “agresor” y “agredido” acabarán por verse cuestionados al tratar el contexto en el que los hechos se produjeron. Polanski nos muestra siempre las escenas justas, ni una más ni una menos, nunca te pierdes y no hay una sola escena de la que no se extraiga algo. La verdadera personalidad de los personajes se va mostrando con gestos y miradas muy bien dosificadas, cada una a su debido tiempo.

Del vestuario y de la puesta en escena solo decir que cumple con los requisitos suficientes para describir con total precisión la clase social a la que pertenece cada matrimonio y escenificar una casa de clase media y al mismo tiempo mostrarnos un poco más de la identidad de los que viven allí.

En resumen, se trata de una magnífica obra cinematográfica que nos hace plantearnos muchas de las convenciones sociales que viven entre nosotros hoy día.

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