20 ene 2012

La crítica de un estilo de vida


“La Chispa de la Vida” llegaba a nuestras pantallas el pasado fin de semana. Tras un año en el que lo más visto en cuanto a cine español se refiere ha sido Torrente 4, el gran amigo de Santiago Segura vuelve a traernos una película llena de crítica social y humor negro.

Como ya sucedía en “Balada Triste de Trompeta”, Alex de la Iglesia nos vuelve a transportar a un mundo, que no deja ser el nuestro, donde saca el lado más oscuro del ser humano, en este caso ligado a la ambición y el pensamiento de que el hombre es una máquina de hacer dinero. De la Iglesia nos conduce entorno a la historia de un José Mota que lleva dos años en paro, casado con Salma Hayek y padre de dos hijos, se considera un hombre acabado. En un intento de conseguir un trabajo en la empresa de publicidad donde antes había saboreado el éxito con la creación del eslogan de CocaCola: “la chispa de la vida”, su vida da un enorme giro. En su antiguo puesto de trabajo le ningunean, no encuentra el apoyo del presidente, anteriormente su amigo y lleno de rabia decide ir a Málaga, a reservar una habitación en el mismo hotel donde pasó su luna de miel. El problema radica en que el hotel ha sido demolido y han descubierto debajo un viejo teatro romano que va a ser inaugurado y en cuyas obras tiene un accidente que marcará la película.

A partir de aquí la película gira en torno a cómo el protagonista puede sacar beneficio de la situación vendiendo su imagen a las televisiones.

De la Iglesia nos sorprende con un José Mota que opta al Goya de actor revelación

La historia se desarrolla con gran fuerza en su inicio, con una crítica en la que se nos muestra una sociedad que solo se mueve con el morbo y de una industria televisiva que trata de sacar tajada en forma de dinero. Los inconvenientes vienen con el desarrollo, en el que la historia va perdiendo fuerza hasta meterse en un bucle que parece no tener fin. Sin embargo, los chistes de humor negro siguen estando ahí, tan brillantes como siempre lo han sido en la carrera de este director, con acciones pasadas de rosca que nos harán sacar una sonrisa a pesar del sufrimiento de los personajes.

José Mota y Salma Hayek forman una pareja que nadie esperaba

La puesta en escena es de libro, llevando a la pantalla una total credibilidad de lo que podría estar pasando en ese teatro romano malagueño, contando la historia en la noche, el momento del día preferido por De la Iglesia, dando un aire sombrío y lúgubre a las artimañas que los personajes llevan a cabo en la hora y media de largometraje.
Cabe destacar el buen apoyo de todos los personajes secundarios, en especial el de Fernando Tejero, quien se va sacudiendo de su papel de portero.

A pesar de que la historia va perdiendo fuelle conforme avanza la película, yo se la recomendaría a todo el mundo, sobre todo a los estudiantes de periodismo, como yo mismo, a los que debería hacerles reflexionar sobre el mundo del espectáculo.

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